domingo, 28 de septiembre de 2008

Cobrar o no cobrar por el cartel


Escrito por José Cretario
 

“Anda, al primer tapón, zurrapa” La expresión tan castiza fue la coletilla que más de uno colocó en el aire cuando se supo que Ricardo Suárez rechazó el pasado lunes el encargo de pintar el cartel de la Semana Santa realizado por el Consejo porque entiende el pintor que este tipo de obras deben estar retribuidas. El pintor, que sabía del interés de algunos consejeros a los que previamente les había confirmado su postura, se fue el lunes a tomar una copa al Rinconcillo con su tertulia del Homo Cofrade cuando le sonó el teléfono.

Él mismo se sorprendió y no le resultó fácil comunicar al Presidente Adolfo Arenas a través del móvil una negativa difícil pero consecuente con su palabra. Cobrar o no cobrar por el cartel. Las dos posiciones se pueden defender perfectamente sin necesidad de echar mano a la demagogia. Es legítimo sostener que el trabajo de un artista, de un pintor en este caso, que se expone a la opinión pública, debe ser retribuido como se retribuye al bordador al orfebre al músico o al imaginero.

Tanto le deben los orfebres a Marmolejo como los imagineros a Luis Álvarez Duarte por ser aristas que en su día dignificaron el trabajo de la gente de sus respectivos gremios. Pero vuelvo al hilo; nada que objetar por tanto a esta postura que no es exclusiva de Suarez sino que comparten artistas de renombre, ajenos al cartelismo cofradiero como pueden ser Carmen Laffón o Teresa Duclós y otros en su día tanteadas por el Consejo sin éxito. Pero tampoco se pueden poner objeciones a quienes piensan lo contrario.

El cartel de la Semana Santa, dejando al margen todos los sentimentalismos, es una excelente plataforma de promoción para el pintor que lo realiza. En los últimos años hemos visto como toda una fila de extraordinarios pintores y de excelentes catedráticos con cuadros colgados en los museos de todo el mundo y con exposiciones en cualquier lugar del planeta no han logrado tener el conocimiento y el reconocimiento público hasta que no han pintado el cartel de la Semana Santa. Podrían gozar de un prestigio indiscutible en los círculos artísticos, sus cuadros estarían muy cotizados, pero el plus del cartel suponía subir de golpe al Olimpo de los pintores conocidos.

Yo – seré un gran ignorante- no conocía a Cárceles ni a Díaz Cantelar, ni a Isabel Sola, ni a Sánchez Arcenegui y ahora estoy encantado de haber descubierto su pintura a través del cartel que en su día crearon. Hay pintores que con esto, ya se sienten pagados. Pero, insisto, es legítima y comprensible tanto una opción como otra. Puede que fruto de esta dualidad ha sido la naturalidad con la que se ha entendido la decisión de Suarez como la alegría de Huguet Pretel al que solo hay que desearle tino y buena para mano para encontrarnos con un buen cartel que eso al fin y al cabo es lo importante.

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