domingo, 27 de junio de 2010

Primer golpe. Once segundos


Una vez más la situación vuelve a la normalidad, todo tranquilo, todo pacífico con ciertos repuntes de olvido. Una vez más la justicia no hace referencia a su denominación y deja impune a aquel que realizó un acto tanto ilícito como de ofensa hacia todos los creyentes.
Una vez más los"tribunales de injusticia" vuelven ha realizar su función. Para que sepáis definitivamente a que me refiero os dejo con esta noticia:

PASION SEVILLA
Viernes 25 de junio. Con el hombro recuperado y vistiendo la túnica de la guardilla, hoy parece Domingo de Ramos en San Lorenzo. Los devotos que llegan desde todos lados a besarle la mano forman en fila una corona de espinas que da vueltas por las calles del barrio. Allí está la abuela que viene desde Palmete, la limpiadora de la Parroquia, la mujer que a diario se ha acercado al sacristán para preguntarle si “estaba mejorcito”. Hoy, que es viernes de reencuentros ya pasea por Huelva Luis Carbajo Ordoñez, el agresor.

Ha tenido suerte después de su fracaso. Sábado 19 de junio. 19 horas. Un día antes del suceso Carbajo llega a la Basílica. Cuando termina una boda se sube al camarín y observa la situación del Señor. Mira la baranda, el cristal y llega a la conclusión de que la Imagen solo está apoyada al pedestal, que no está sujeta ni anclada. Este error salva al Gran Poder. Al día siguiente, domingo 20 Luis ejecuta su plan. Cree que con un empujón puede tirar al Señor hacia la izquierda y destrozarlo. La acción dura once segundos. Solo once segundos. De un salto accede al pedestal, intenta volcar al Gran Poder, ve que no puede, le da una patada, más golpes y otra patada tan violenta que, por el efecto rebote le hace perder el equilibrio. Para evitar la caída se agarra al brazo que en ese momento se rompe y queda colgando. Once segundos, solo once segundos. En el suelo le inmoviliza un hermano. Después llegará el policía que escuchaba misa de paisano.

Su plan está como él: por los suelos. Hoy domingo pasea por Huelva. Después de todo ha tenido suerte. Le han imputado con pusilanimidad por un delito contra el patrimonio, como si el Gran Poder fuera una columna dórica. Ni la fiscalía ni la juez se ha fijado, o se han querido fijar, en el artículo 523 del código penal: El que con violencia, amenaza, tumulto o vías de hecho, impidiere, interrumpiere o perturbare los actos, funciones, ceremonias o manifestaciones de las confesiones religiosas inscritas en el correspondiente registro público del Ministerio de Justicia e Interior, será castigado con la pena de prisión de seis meses a seis años, si el hecho se ha cometido en lugar destinado al culto, y con la de multa de cuatro a diez meses si se realiza en cualquier otro lugar. Esto dice la ley, pero como se ve hay jueces o fiscales que prefieren, antes de ir por derecho, navegar por el mar de la estulticia. Tras su lesión y ajeno a estas cosas, el Divino Atleta ha vuelto ayer a su camarín. Ha olvidado ya aquellos once segundos. Su Gran Poder ha permitido que siga estando sano entre todos nosotros.

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