domingo, 2 de octubre de 2011

Primer golpe: El Papa elige pregonero


PASIÓN SEVILLA
“Los agnósticos que se preguntan por la existencia divina, sufren cuando obran mal y desean tener un corazón puro, están más cerca del Reino de Dios que los fieles «de rutina». Éstos se quedan en los aspectos exteriores de la religión, como el «aparato de la Iglesia», sin que sus corazones sean tocados por la fe”.

“Te van a reñir, Cretario”.


No creo. Porque estas palabras no son del díscolo Hans Küng, ni del Cardenal Martini, ni de seglares entusiastas de las comunidades de base. Que va. Estas palabras fueron pronunciadas hace una semana por Benedicto XVI en su reciente visita a Alemania.

A Ratzinger no lo esperábamos como se está mostrando. Su asombroso nivel intelectual supera el innegable perfil conservador que ostenta. Y miren por donde: el Papa que unas semanas antes de serlo definió a la Iglesia como una barca a la deriva, el que ha emprendido una cruzada contra la pederastia, el Papa que ha limpiado el Vaticano con estropajo es el mismo Papa que sin quererlo ni pretenderlo, suponemos,  está dejando a la altura del betún a los clérigos sevillanos que le metieron mano al proyecto de estatutos del Consejo cuando pretendieron crear un servicio de inteligencia para espiar y hurgar en la intimidad de aquellos que, sin apuntarse, pudieran estar en la mente de quienes eligen al pregonero de la Semana Santa.  Por fortuna, este despropósito quedó reducido y edulcorado por la comisión redactora pero siempre van a quedar ahí la sombra de los propósitos de los altos funcionarios de la curia local que, no se olvide, pretendía que se hicieran informes por escrito de cinco personas para recibir previamente el visto bueno del “ordinario”.

Hace diez años, en 2001, una persona tan poco sospechosa de ser infiel a su Iglesia como fue Engelberto Salazar, llamó a Iñaki Gabilondo para que pronunciara la meditación ante el Cristo de la Caridad de Santa Marta.  El veterano periodista, enamorado de Sevilla y de la Semana Santa, ya sabemos que no es precisamente de misa diaria. Pese a ello o quizá por ello, Gabilondo verbalizó una soberbia pieza de altura literaria, intelectual e incluso mística del hombre que a sus años seguía a la búsqueda de Dios. Quienes estuvimos allí –que pena que Santa Marta no haya editado esa meditación- damos fe de los efectos que produjo.

Qué oportuno ha sido el Papa con sus palabras.

A lo mejor es que está al tanto de esta matraca de los estatutos, más divertida de lo que parece. 

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