martes, 20 de noviembre de 2012

LOS SEISES DE SEVILLA (V)

5. Importancia social y familiar de los seises en la acutalidad

 La importancia social de los seises de Sevilla es de todos conocida, pues si nos dirigimos a los medios de comunicación, durante la actuación de los niños, siempre hallaremos algunas líneas dedicadas a ellos; como si de otro acontecimiento importante más de la ciudad se tratara. El amor y entusiasmo que la ciudad ha tenido por la danza de los seises, a lo largo de los siglos, ha sido la causa fundamental de que el pueblo haya identificado seises con danza, olvidándose de que esta faceta históricamente hablando es secundaria y advenediza. Esto mismo ha hecho surgir en Sevilla cerca de una media docena de leyendas o, si se prefiere, una con diversas variantes y adiciones, para explicar la antigüedad de la danza, el origen y diseño de sus trajes, el color celeste que emplea la Iglesia en la liturgia de la Inmaculada, e incluso el hecho de que los niños bailen con sombrero delante del Santísimo,para cuya justificación recurre el pueblo, nada menos, que a una bula pontificia. Lo muestran igualmente los padres que asisten, con asiduidad, a la Exposición del Santísimo durante la Octava del Corpus, acompañando a sus hijos; aunque desgraciadamente se preocupan más, en muchos casos, de realizar vídeos y fotografías que de ser conscientes de que sus niños realizan una verdadera danza de homenaje al Señor, solemnemente Expuesto en la Custodia. Luis Javier Carbonell, uno de los seises de los años 1980, así lo reconocía, cuando me decía que su madre le sacaba un carrete de fotos cada día que actuaba; y además añadía: "Mi madre es muy sevillana y muy exagerada; para ella el hecho de que yo haya sido seise es lo mejor del mundo." Este cariño, emoción y hasta orgullo que sienten los muchachos y los mismos padres porque sus hijos sean seises es tan grande que varios de entre ellos aceptan, de muy mala gana, que llegue el momento de "jubilarse", después de dos años de actividad. Algo que no está exento, con cierta frecuencia, de protestas, disgustos y lloros. Tampoco es raro escuchar a alguno de los padres decir, incluso, que preferirían que los chiquillos detuvieran su edad, por algún tiempo, para que participaran en los bailes de seises varios años más. Y junto a esa especie de contento y satisfacción, que sienten las familias de los niños (padres, abuelos y hermanos), y que demuestran espontáneamente en cada una de las actuaciones de los seises, hay un grupo de gente que no debemos olvidar. Me refiero a los turistas, que acuden en masa actualmente a la función litúrgica de la Catedral, y lo hacen con dos actitudes: unos como si se tratara casi de un atractivo turístico más, y otros lo observan como algo digno de admiración, “nuevo”, distinto… Pero, en el fondo, todos lo miran y contemplan con respeto, y hasta con emoción.

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