domingo, 9 de enero de 2011

YA ESTAMOS AQUÍ

Bueno capillitas, como podéis ver la estética del blog ha vuelto a cambiar. Han finalizado las fiestas navideñas y tenemos que ir afrontando la preparación necesaria para realizar un buen trabajo en Semana Santa.
Qué mejor manera de expresar el deseo de muchos cofrades que con este artículo de Pasión en Sevilla:

"Decían, y siguen diciendo, que el cofrade, que el capillita  estaba deseando verle la espalda al Rey Baltasar para inaugurar su tiempo de gozo y poner fin a esa travesía del desierto que se abría al finalizar el sábado santo.  Hoy este pensamiento es pura retórica. Porque Semana Santa es todo el año. Dicen que hemos ganado, sí; que en julio leemos actualidad, que en agosto vemos entradas en Campana en el DVD y que el ordenador nos permite que el repeluco de un paso en la calle se pueda vivir en banda ancha en cualquier lugar del mundo. Pero no todo lo que se gana es gratis. Por eternizar la Semana Santa hemos pagado un precio alto, Justo lo que cuesta aquellas sacudidas del alma que sentía el niño cuando terminaban las vacaciones de Navidad y que hoy son solo un recuerdo que se clava en el corazón.

Guardando el último juguete ya sin pilas, se iba para el almanaque que regalaban con la caja de mantecados para ver cuando caía la Semana Santa. “Mamá, cae el 23 de marzo, ¿falta mucho?” “Un poquito todavía, pero menos que el año pasado que fue en abril” En el colegio, después de tres días para hablar de los juguetes de los reyes, tímidamente, para que no le tacharan de santurrón, empezaba a susurrar cosas de su cofradía. “Este año me han dicho que hay que soltarme los bajos de la túnica porque me está corta y no hay para una nueva…”

Era enero. Hacía frío. Llegar al 23 de marzo se antojaba como una eternidad, pero para eso estaban los tesoros que guardaba en lo alto del mueble de su cama. No le gustaba que lo vieran subirse a la silla para sacar los sobres en los que día por día había metido las estampas y las fotos que conseguía en los besamanos o aquellos tesoros arrancados cuidadosamente de la convocatoria de cultos. A ver si este año aumentaba la colección. Y si un día eran las estampas, otro era el disco con la cara de la Virgen de los Dolores de San Vicente que ponía bajito para que nadie más lo oyera. Otro era una convocatoria pegada en la pared, otro un viernes que le llevaban a San Lorenzo, otro la carta de su hermandad anunciándole los cultos y las papeletas de sitio, otro era la luz al salir del colegio, otro el aire, otro el chaleco gordo que sobraba, otro el besapiés de su Cristo, otro ir a limpiar los varales de latón para que parecieran de plata, la papeleta, la túnica, el cartel pegado en el escaparate del bar de la esquina, el programa del Monte de Piedad y los pasos puestos. Sí. Ahora es Cuaresma todo el año. Derramada a lo largo de todos los meses, no perfuma tanto como aquel tiempo condensado que al reventar hacía saltar las barreras que ponían límite al gozo. Esos años, como las golondrinas de Becquer, ya no volverán.  Que mala suerte que no podamos encontrarnos de nuevo con ese tiempo que aun usaba pantalones cortos." 

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