Hace dos semanas por este mismo día, eran muchos los cofrades que miraban al cielo con miedo, suplicando que se portara bien y dejase mostrar un trabajo que desde enero venía fraguándose. La Hermandad del Prendimiento debía salir a la calle y así lo esperaban todos los hermanos.
De camino al barrio de los Ángeles la lluvia quería avisarnos ya no solo de que no nos dejaría estar tranquilos ese día, si no toda la Semana Santa. Llegó el momento de repartir relevos, de unir a la cuadrilla y parecía que todo iba a salir bien a pesar de que estábamos mojados por el agua que estaba cayendo. El tiempo pasaba y la hora de salir se acercaba. Inexorablemente a la hermandad no le quedaba otra que asegurar su decisión de salida y alargó la espera media hora más, la cual sirvió para que el sol apareciese con fuerza sobre nuestros costales.
Momentos emotivos los de la salida, cuando nuestro Cautivo asomaba una año más entre incienso y sones tomaseros, pues las dudas de salida siempre aumentan el sentimiento; cuando ves que algo puede salir bien dentro de la negatividad contextual, se valora más.
El Cautivo salió del barrio con fuerza y el sol reinando sobre nuestras cabezas, parecía que ya todo estaba seguro, que todo iría como debe ir y que disfrutaríamos el día entero. Sin embargo, justo antes de llegar a la Plaza Mayor en uno de los relevos, el sol se ausentó de espectador en este Domingo de Ramos y el gris se empezó a cernir sobre nuestras cabezas hasta que no había otro color en el cielo y las gotas comenzaron a caer.
Fueron momentos de incredulidad, de esperar a que solo fuese pasajero, pero el tiempo pasaba, las dudas y el miedo aumentaban… la realidad se empezaba a tornar triste. Pronto los costaleros de fuera rodearon el paso, debían escoltarlo pues la situación parecía que empeoraría mucho más. Andar y andar fueron las palabras y la idea durante un buen rato, hasta que de vuelta a casa ya de noche, la lluvia se esfumó habiendo roto nuestro Domingo de Ramos. Evidentemente nadie se quería ir a casa, queríamos apurar hasta el máximo nuestro momento y por ello el barrio de los Ángeles, fue una emulación del sentimiento de una procesión que se quebró. Poco a poco el Cautivo se adentraba en su barrio, sin prisa, sin querer entrar en casa todavía. Momentos espectaculares a pesar del mal sabor de boca que ya nos había dejado la lluvia.
No nos queda otra que esperar al Domingo de Ramos de 2013.
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