martes, 24 de febrero de 2009

castigado por salvarnos, y quien lo agradeció?...



Hola amigos capillitas, otro nuevo martes más en nuestro cartel, a un día del Miercoles de ceniza y ansidados ya por la llegada de nuestra Cuaresma, que bonito (gonito como diria un amigo nuestro, jajajajaja)...

Hoy volvemos a retomar otra gran obra de arte, no es barroca, como las anteriores que hemos repasado durante los primeros tres capitulos, pero también es de Sevilla y recordandome que las Cigarreras pasarán por Ciudad Real para ofrecernos su grandeza musical, hoy os traigo su imagen titular, el Santísimo Cristo Atado a la Columna. Obra de Francisco Buiza, data del año 1974, el resto del misterio es obra de Navarro Arteaga, terminado completamente en 2003, exceptuando el romano que lleva la clámide púrpura, que también es de Navarro Arteaga aunque en éste caso data de 1996. Sin duda alguna es una de las imágenes más impresionantes que dan toque de grandeza en la tarde del Jueves Santo.

Detalles escalofriantes de los azotes en la espalda, según Buiza tuvo que ver como abrian en canal un animal para saber que sensación debia dar la carne abierta de la espalda del señor. Los ojos de Cristo, azotado, sobresalen por su expresión de dolor, que no deja a ninguno de nosotros indiferentes, cuando cruzamos su mirada con la nuestra en las calles de Triana.

Jesús fue severamente azotado en el pretorio. (Aunque la severidad de la flagelación no se describe en los cuatro evangelios, queda implícita en una de las epístolas. Un estudio detallado del antiguo texto griego indica que la flagelación de Jesús fue particularmente fuerte. No se sabe si el número de azotes se limitaba a 39, de acuerdo a la ley judía. A este hombre debilitado que reclamaba ser rey, los soldados comenzaron a escarnecer colocando una túnica sobre sus hombros, una corona de espinas sobre su cabeza, y un palo como cetro en su mano derecha. A seguidas le escupían y le golpeaban en la cabeza. Más aun, cuando le arrebataron la túnica, lo que hizo que probablemente se reabrieran las heridas.

Escalofriante, sensacional, pasional, esa debe ser la reflexión que debe sucedernos a cada uno de nosotros cuando miramos arriba y vemos al señor de las cigarreras, atado y azotado...


MANUEL ACEVEDO MONTES

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