martes, 10 de julio de 2012

HERMANDADES DE SEVILLA DEL SIGLO XVI (IV)

Entre 1530 y 1550 se crearon muchas más; algunas de ellas existían antes del XVI, aunque con otros objetivos y se convirtieron en hermandades de penitencia en este siglo. Arriesgandome a indicar fechas en ocasiones controvertidas, cabe citar a las hermandades de Pasión (1531) fundada en 1531 en el que fue Convento de la Merced (hoy Museo de Bellas Artes); la del Sagrado Decreto en la iglesia de la Trinidad (1535); Cristo de la Veracruz en el convento de San Francisco; Ntra. Sra. de la Coronación (1540). 
En 1542 se fusionan la hermandad de Ntra. Sra. de la Esperanza fundada por los ceramistas trianeros (1481) con la de San Juan Evangelista, obra del gremio de pescadores. A mediados de siglo surgen la delDulce Nombre de Jesús (1550) en el Convento de San Pablo; Nuestra Sra. de la Luz (1550) en San Andrés; la Sagrada Cena en Omnium Sanctorum y Ntra. Sra. de la Soledad y Ntra. Sra. de la Encarnación (1558) que, situada en el Convento del Valle, cambiará de nombre y se unirá (1590) a la de la Coronación, establecida en San Martín.
 En 1582 el alfarero genovés Tomás Pesaro solicitó formar la cofradía del Santo Entierro, y a finales del siglo XVI los mercaderes catalanes se unieron para fundar la cofradía del Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón y María Santísima de Montserrat. Ya en las postrimerías del siglo (1595) se funda en la iglesia de San Basilio, del barrio de la Feria, la "Cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza", hoy conocida como la Macarena.

La mayor parte de las cofradías se erigen como tales y principian a realizar la estación de penitencia en la segunda parte del siglo. Certeras son las palabras del profesor Sánchez Herrero cuando dice:
"Nunca más como en el siglo XVI se volverán a fundar cofradías en torno al Crucificado, su Sangre, los Misterios de su Pasión y Muerte. El siglo XVI es el siglo de la fundación de las cofradías en torno a la Pasión y Muerte de Cristo, de manera que los siglos siguientes vivirán para mantener aquella gran explosión de cofradías cristíferas, cuya vida se prolongará por la influencia de diferentes motivos intrínsecos y extrínsecos a la misma religiosidad cristiana."
arzobispo
arzobispo Fernando Niño de Guevara, quien en 1604 obliga a las cofradías a hacer estación de penitencia a la Catedral, como hacen hoy.
Todas las clases sociales, en sus diversos oficios, participaban o integraban las hermandades de penitencia: los Veinticuatro y Jurados salían con el Cristo de San Agustín o del Santo Crucifijo; los magistrados y letrados en nuestro Padre Jesús de la Pasión; los nobles en Nuestra Señora de la Concepción, la de Regina y la de la Antigüa; los comerciantes en la Veracruz; los negros en el Cristo de la Fundación; los estudiantes en las Negaciones y Lágrimas de San Pedro; los mulatos con el Ecce Homo de San Ildefonso; los medidores de la Alhóndiga en la Entrada en Jerusalén; con el Cristo de la Expiración iban los plateros; los toneleros, en Ntra. Señora de la Luz; los alfareros y marineros acompañaban a la Virgen de la Estrella; los panaderos se agrupaban en torno al Prendimiento, etc...

Muchas de las hermandades tenían hospitales que, sumados a los de los gremios y a los de fundación particular, constituían un número elevadísimo; dice Morgado en su "Historia de Sevilla" que, en su tiempo, año de 1586, pasaban de cien. Esta proliferación hospitalaria adolecía de graves defectos e inconvenientes, haciendo muchas veces ineficaz su fin, pues por lo general, muchos de estos establecimientos dotados escasamente en su fundación y con pocas rentas, apenas si podían sostenerse. Ortiz de Zúñiga, en sus "Anales", refiere muy al por menor la reducción de esos hospitales a dos: Hospital del Espíritu Santo y Hospital del Amor de Dios, llevada a efecto, con autorización real, por el Cardenal don Rodrigo de Castro en el año de 1587.

Para explicar la proliferación espectacular de hermandades de penitencia en este siglo XVI no podemos olvidar el fundamental papel que desempeñaron los sermones y los predicadores; el sermón fue el instrumento que utilizaron tantos los reformistas luteranos como los contrarreformistas católicos para difundir sus ideas. Entre los predicadores de la época en Sevilla debemos citar al beato Juan de Avila y Fernando de Contreras, ambos grandes devotos y defensores de la Eucaristía. Sin embargo, en el fondo de la cuestión podía estar la necesidad de expiar los propios pecados, a los que se les imputaba las calamidades naturales (huracanes, peste, sequías...) en la mentalidad de la época. Tampoco podemos olvidar que el protestantismo campeante de la época había discutido el valor de las imágenes sagradas.

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