martes, 6 de noviembre de 2012

LOS SEISES DE SEVILLA (III)

3. Seises en la Octava del Corpus

 En realidad, la verdadera historia de los seises de Sevilla nace en 1613, año en que éstos comienzan a bailar durante la Octava del Corpus en el presbiterio bajo de la Catedral con los trajes de pajecitos, y esencialmente con el mismo significado y la organización actual, salvando ciertos detalles. En efecto, para que se institucionalizara la danza sagrada de los seises de la Catedral de Sevilla que ha llegado hasta nosotros, fue necesaria la colaboración de otras dos realidades fundamentales: la presencia de un marco litúrgico apropiado, que encontró su lugar en las llamadas "siestas" de la Octava del Corpus de los comienzos del siglo XVII. Y además, el sostén económico de una fundación, que vino de la mano del canónigo Mateo Vázquez de Leca, antiguo miembro de los seises de la Catedral hispalense. Don Mateo, Arcediano de Carmona, y el mismo cabildo hispalense, consideraron provechoso ofrecer a los sevillanos un medio entrañable y atrayente que les impulsara a venir a la Catedral para adorar al Santísimo expuesto en el altar mayor de la Catedral. Por esta razón, en nuestra ciudad no sólo actuaron desde entonces la capilla polifónica, los ministriles y los organistas, como era costumbre en otras Catedrales españolas, sino también los seises, que bailaban un villancico acompañado por los ministriles. Lo que hizo, pues, el Arcediano de Carmona, fue incorporar la danza sagrada de los seises a las "siestas" de la Catedral de Sevilla, que tenían lugar por la tarde, en el presbiterio bajo, durante toda la Octava del Corpus; una práctica que sigue conservándose en nuestra Catedral y todos ustedes pueden contemplar a las cinco y media de la tarde, dentro de una Liturgia solemne de la Palabra. El historiador Castro Palacios relata así su fundación:

 "A los principios que empezó la dotación del S. D. Mateo Vázquez de Leca, Arcediano de Carmona y canónigo, para que toda la Octava del Corpus se manifestase el Smo. Sacramento por las siestas, traían los maestros de danza a los niños que enseñaban, y en las siestas danzaban delante del Smo. Sacramento, y de aquí se tomó motivo para vestir los seises y que danzasen como hoy se haze".

 Sabemos incluso cómo se desarrollaban aquellas Exposiciones del Santísimo vespertinas en el siglo XVII, a la hora de sexta, cuando Vázquez de Leca quiso que los niños seises participaran también con su danza sagrada ante el Señor. La cláusula tercera de la escritura del Arcediano, presentada al Cabildo hispalense en 1613, dice lo siguiente: "...mandará el señor diputado [del Cabildo], antes de la fiesta, llamar al maestro de capilla desta Santa Iglesia y le dará orden para que lo que se cantare en los seis días de la octava del Santísimo Sacramento se varíe, de modo que no se cante un día tras de otro una misma cosa, y que en ello se tenga el orden que se sigue: Ha de entrar cada tarde, al principio, la capilla de cantores con el primer verso de Pange lingua, y hanse de cantar dos chanzonetas bailando los muchachos con sus vestidos de danza, y un motete nuevo que canten las capillas juntas de ministriles y cantores, y entre el motete y las chanzonetas una vez se tocará la corneta al organillo y otra vez, al mismo, cantará algún cantor de buena voz, y otra vez los ministriles solos tocarán algún motete, para que, en esta variedad, el pueblo pueda ser movido a mayor devoción.
 Y últimamente se ha de rematar la fiesta (=siesta), cada tarde, con el Tantum ergo que dicen de Ureda, e irán dos cantores a los órganos del coro, y llevando el maestro de capilla el compás, en la puerta del pavimento, cantarán las dos coplillas de cantores y ministriles, sonando los tres órganos y haciendo señal en la torre para las campanas y, a un mismo tiempo, se encierre a nuestro Señor, al Benedicamus Dómino".

 Así pues, con la dotación económica que el Arcediano de Carmona ofreció a nuestro Cabildo Catedral, para la celebración solemne de la Octava del Corpus, se institucionalizó la danza sagrada de los seises, como parte integrante de la celebración eucarística vespertina.A partir de este momento podemos hablar, en sentido propio y verdadero, de seises de Sevilla.

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