Esperemos que la borrasca que los meteorólogos presagian que se acercara sobre esas horas, se vayan y dejen en paz al señor de la ciudad en una de sus dos salidas a la calle.
Señor, quisiera ser tu cirineo,
cargar sobre mis hombros tu suplicio,
trocar el gran pecado en sacrificio;
limpiar mi ardiente fe con mi deseo.
Señor, quisiera ser aquel pañuelo,
secar tu faz sangrante, dolorida,
trocar tu sufrimiento por mi vida;
limpiar mi ardiente fe, mi eterno vuelo.
Solo nos queda una semana para tocar el cielo con las manos...
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