Llega pues la hora de recordar para aquellos que han olvidado su deber y su realidad, la hora de reflexionar una vez más, la hora de preguntarnos a nosotros mismos, de hablar con nuestro interior, comprender que ocurre...
Sí, hoy ciudades y casas enteras están adornadas, la gente compra comida en abundancia, regalos..., las familias se inundan de un ambiente nostálgico, cariñoso, afable y casi todos flotamos en nubes de felicidad.
Sin embargo, yo me pregunto, ¿a qué se debe? Observo y me doy cuenta de dos variables respecto al tema de las cuales veo obligatorio dilucidar.
Por un lado, está la quizás minoría a la que preguntas "¿a que se debe este ambiente, este banquete, esta decoración? Y te contestan "Hoy celebramos el nacimiento y llegada de nuestro Salvador, el llamado a redimirnos. Es por ello que la alegría nos invade y la ocasión requiere tal contexto."
Perfecto, es lo mínimo que se merece el nacimiento no solo ya de un redentor, sino de una serie de valores y comportamientos que conforman una fe, una fe que conlleva el total y perfecto encaje de una sociedad para su completo bienestar. Y bien, parece que hoy casi todo el mundo lo cumple. Estamos felices y olvidamos rencores, felicitamos las Pascuas a personas que en otro momento no lo hubiéramos hecho...
Y es por ello que a vosotros os recrimino... ¡No solo debéis hacerlo en este día, cuando la felicidad vuela sobre nuestras cabezas! Se debe hacer en todo momento; en momentos de tristeza, de cansancio..., incluso en la rutina de los momentos normales. Sin embargo no somos capaces de hacerlo porque lo olvidamos, olvidamos que un día celebramos el nacimiento de nuestra fe y con ello nos olvidamos a nosotros mismos.
Pero lo peor viene cuando preguntamos a aquellos que en ningún momento la fe formó parte de su ser.
Pregúntenles que celebran hoy y responderán con toda seguridad y una gran sonrisa en la cara "¡Hoy es Nochebuena y mañana Navidad!", y mientras dicen esto, estarán pensando materialmente, en la fiesta que se les avecina, en lo bien que cenarán esta noche.
Me inunda entonces la risa irónica y me acuerdo de todos aquellos que blasfeman en algo que no creen o simplemente odian, de todos aquellos que en los malos momentos tratan de evadirse cargando culpas sobre algo que les acaba sirviendo de consuelo, de aquellos que se molestan porque el tráfico está cortado cuando es Semana Santa o cuando ensayan los pasos de las cofradías en meses previos; también cuando las bandas que acompañan a estos pasos realizan sus ensayos...se enervan con el ruido. Se ríen de aquellos que siguen otro camino al suyo, de los que tienen una fe y piensan con un gran sentimiento de pena "¡Qué tontos son. Pero bueno, dejémoslos, no hacen daño a nadie!"
A esos les digo yo, ¡sentir pena de vosotros! pues aquellos que veis como hijos de la estulticia, saben quiénes son y en qué basan sus actos. Pero vosotros... ¡vosotros no llegáis a ser nada más que un objeto! Un objeto llevado por la corriente, decidme ¿qué puede ser una persona que celebra algo en lo que no cree?
Algunos dirán que son hipócritas, interesados... y llevan toda la razón. Sin embargo a mi parecer no son ni han sido nada, no han tenido la oportunidad, se perdieron a sí mismos en el momento en que cayeron al río y la corriente les arrastró. Y así es su vida, un continuo arrastre, un dejarse llevar...un no existir.
Es por ello, que hoy me río y a la vez siento pena por ellos.
Pero esta risa no debe caer en vano, nos debe de servir a los que de verdad sabemos que hacemos, para que no olvidemos que aunque hoy sea día de celebración razonadamente justificado, como hoy debería ser el resto del año y no me refiero a adornos y comida.
Somos diferentes, tenemos una fe, unas creencias, una ilusión... no nos transformemos en lo que no somos.
Pasen buena noche y...
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario