Era un crucificado que estaba condenado a morir, desterrado y herido por el tiempo, envuelto en una manta que ocultaba su verdadero valor. Al párroco de San Carlos Borromeo, Carlos González de Santillana, le llegó una familia que donaba a esta nueva iglesia del Porvenir, lo único que le faltaba: un Cristo.
Se trataba de una imagen anónima, de 1,30 centímetros, datada entre finales del XVI y principios del XVII, en la transición hacia el Barroco. Era una imagen con mucho valor, pero en un pésimo estado de conservación, que hacía inviable su puesta al culto.
Pasó el tiempo, y durante la misa de Nochebuena con los niños, éstos le pidieron un Cristo y, así, Carlos González ideó un plan: «que cuando la parroquia recaudara una cantidad similar a la necesaria para la restauración del Cristo, y que estuviera destinada a la Fundación Cardenal Spínola de lucha contra el paro, solamente entonces, la pondríamos en marcha». En sólo una semana, se recaudaron 9.000 euros y, en un mes, se llegó a 11.000. Una vez entregado el dinero a la fundación, Enrique Gutiérrez Carrasquilla comenzó otra de las labores más complicadas: restaurar un Cristo mutilado y comido por la humedad.
Pero el restaurador hizo lo que parecía imposible, le reconstruyó los pies y las manos, le fijó el soporte y recuperó la policromía original. Le había devuelto, en apenas seis meses, todo su esplendor. El Cristo ya está en la parroquia y mañana será bendecido, a las 20.30 horas, por el obispo auxiliar Santiago Gómez Sierra. Será entonces cuando empiece a ser conocido como «el Cristo de los parados».
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